Ante cualquier crisis social, la respuesta automática es la misma: clases virtuales para los escolares. Parece una solución lógica, pero ignora la realidad de miles de familias limeñas. El 52% de hogares no tiene computadora según el INEI.
La brecha digital es profunda y evidente. Miles de estudiantes sin internet estable. Familias que comparten un solo celular entre varios hermanos. Padres que trabajan todo el día y no pueden supervisar clases remotas. La virtualidad no funciona sin condiciones mínimas.
Este enfoque improvisado daña directamente el aprendizaje. Niños quedando rezagados académicamente. Adolescentes desmotivados por dificultades técnicas. Padres estresados intentando suplir las carencias del sistema. El retroceso educativo afecta principalmente a familias de menores recursos.
El Perú necesita políticas educativas que consideren la realidad social. Seguir aplicando soluciones excluyentes con los mismos funcionarios que no han resuelto la brecha digital solo perpetúa la desigualdad educativa. No podemos esperar un sistema inclusivo de quienes han normalizado la exclusión.