
En el Ministerio Público no se busca justicia, se busca poder y protección. Y cuando ese poder está en peligro, los tentáculos de la mafia caviar se mueven rápido. No importa si hay reglas, directivas o procedimientos; lo que importa es blindar a los suyos.
Esta semana lo vimos con claridad: una serie de fiscales, alineados políticamente, desafiaron las normas internas y salieron a declarar sin autorización, buscando provocar y victimizarse. Todo para seguir manipulando la opinión pública a su favor, como lo han hecho durante años.
Pero esta vez, la Autoridad Nacional de Control (ANC) actuó con firmeza. No se puede permitir que la Fiscalía se convierta en una trinchera ideológica, ni que sus miembros sigan usando su cargo para operar políticamente desde adentro. Porque no olvidemos que estos personajes recibieron apoyo financiero de Odebrecht, y hoy, con un discurso moralista, quieren hacerse pasar por héroes.
La fiscal que hoy dirige el Ministerio Público no busca justicia para el Perú, sino blindar a su grupo, controlar los cargos y mantener un modelo de impunidad selectiva. Hablan de libertad de expresión, pero callan frente a la corrupción que los rodea.
Hoy más que nunca queda claro: necesitamos limpiar la casa de verdad. La ANC está haciendo lo correcto al sancionar a quienes cruzan los límites y convierten a la Fiscalía en una herramienta de propaganda.
La justicia no puede seguir al servicio de intereses ideológicos. Si no recuperamos las instituciones, seguiremos teniendo un sistema de justicia que persigue al ciudadano común, pero protege al operador político.
Es tiempo de un cambio real. Un cambio que cierre el capítulo de la manipulación judicial y abra el camino hacia una justicia al servicio de la gente.