
En el Perú, la justicia no funciona porque está secuestrada. Y no por falta de leyes o de personal, sino porque una élite —la mafia caviar— ha hecho de fiscales y jueces sus operadores políticos. Por eso hoy se oponen al inicio de nuevos concursos públicos que impulsa la Junta Nacional de Justicia.
¿Por qué tanto escándalo si lo que se busca es cubrir plazas con meritocracia? Porque no quieren perder el control. Prefieren mantener fiscales y jueces interinos a dedo, antes que permitir una renovación legítima del sistema judicial.
La solución no puede seguir siendo postergar ni parchar. Lo que se necesita es una verdadera reforma del Poder Judicial y del Ministerio Público.
Las fiscalías supremas transitorias y las salas transitorias de la Corte Suprema deben convertirse en permanentes. No tiene sentido que sigan funcionando como si fueran excepciones, cuando han operado así por años. Eso solo sirve para el acomodo político.
Con ese cambio, habría que elegir 20 nuevos jueces supremos, y esa es la verdadera batalla que los caviares no quieren dar: la que los saca del poder.
El Congreso debe aprobar un crédito suplementario y una disposición transitoria que obligue a la Fiscal de la Nación y a la presidenta de la Corte Suprema a transferir esas plazas a la JNJ, bajo sanción de destitución si no lo hacen.
Porque si la Corte Suprema necesita 45 jueces para operar y solo 18 son titulares, entonces el sistema ya está roto.
Reformar el sistema desde arriba es el primer paso para limpiarlo por completo. Porque mientras los jueces supremos respondan a intereses políticos, el ciudadano seguirá desamparado, el criminal suelto, y la corrupción reinando.
El Perú ya no resiste más parches. Necesitamos un Cambio de Ciclo donde la justicia no sirva al poder, sino a la gente.