Cuando los comunistas y castillistas hablan de “defender la patria”, lo único que hacen es preparar el terreno para entregarla. Si el caso Santa Rosa hubiese estallado con ellos en el poder, la soberanía ya estaría firmada y cedida sin pestañear. No olvidemos que todos se arropan bajo las mismas banderas ideológicas del Foro de Sao Paulo y el  Grupo de Puebla. Redes que no tienen reparo en pisotear la educación, la soberanía, la bandera y nuestras tradiciones, siempre que eso sirva a sus intereses políticos.

En Colombia, Gustavo Petro sabe que su tiempo se acaba. La corrupción, la incapacidad y el rechazo ciudadano lo empujan hacia la puerta de salida. Y ante ese escenario, ha decidido inflar un conflicto con el Perú, usando la tensión por la isla de Santa Rosa como cortina de humo para tapar su fracaso. No es casualidad que, en medio del ruido, aparezca Nicolás Maduro proponiendo unir ejércitos para “defender” lo indefendible, como si la soberanía fuese un juguete en manos de líderes que solo buscan blindarse mutuamente.

El Perú no puede caer en esa trampa. Defender Santa Rosa es proteger nuestra historia, asegurar nuestro futuro y afirmar que las fronteras del Perú no se negocian en mesas ideológicas. La soberanía no se discute, se ejerce. Y si hay algo que debe quedarnos claro para las próximas elecciones, es que con la izquierda vendepatria, lo único garantizado es la derrota sin haber peleado.

Es hora de elegir un rumbo donde la soberanía y la dignidad nacional no se venda. El cambio de ciclo empieza cuando el país deje de estar en manos de sumisos y pase a manos de peruanos dispuestos a defenderlo todo, cueste lo que cueste.

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