En el Perú parece que la justicia funciona distinto para algunos. “El Lagarto” Vizcarra quedó en libertad tras solo tres semanas de prisión, aun estando procesado por casos de corrupción y en pleno juicio. Y en vez de dar explicaciones, ya está moviéndose como si nada hubiera pasado, pensando en la campaña y en volver a postular para las próximas elecciones presidenciales del 2026.

Es indignante que alguien con tres inhabilitaciones impuestas por el Congreso, y tantas otras denuncias por corrupción, pueda seguir jugando al político, recorriendo el país y lanzando promesas, mientras que cualquier ciudadano común estaría preso esperando que se resuelva su caso. La justicia no puede ser un disfraz que se acomoda al corrupto de turno ni un salvavidas para quienes ya demostraron que ven la política como un negocio personal.

El lagarto cambia de piel, pero no de costumbres. El Perú no necesita más engaños ni más corruptos reciclados que sueñan con volver al poder. Lo que necesitamos es un cambio real, con políticos honestos que piensen en el país y no en su propio beneficio.

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