La alianza de la ultraizquierda comunista puede poner a cualquier figura como candidato presidencial; francamente, los nombres no importan. Podrían poner al Pato Donald, pero lo único real es que representan el peligro más grande para el futuro del Perú. Esta ideología enarbola la mentira, buscando convertir al ciudadano en un esclavo del Estado, donde el gobierno se mete en tu plato, en tu cama y en la educación de tus hijos.

Su único resultado comprobado, como vemos en Venezuela o Cuba, es la generación de hambre, pobreza, enfermedad, pérdida total de la libertad y la corrupción sistemática de la justicia y los poderes del Estado.

En una asamblea relámpago, la coalición “Venceremos” rompió la fórmula inicial y le dio la patada al candidato del Nuevo Perú, Vicente Alanoca, para poner en su lugar a Ronald Atencio, un abogado con un pasado judicial que genera muchas dudas.

Fue el propio Alanoca que usó sus redes para disparar sin piedad: “Se impuso la forma clásica, racista y odiosa de hacer política”. Así, la alianza que prometía ser la voz del pueblo unido no pudo ni ponerse de acuerdo para armar una lista conjunta desde el inicio.

Si un grupo político no es capaz de mantener la unidad y el respeto entre sus propios cuadros, ¿con qué cara prometen gobernar un país tan diverso como el Perú? Este rompimiento interno solo confirma que su ambición es más grande que su capacidad para concertar.

El nuevo candidato presidencial, Ronald Atencio, llega a la plancha con una maleta cargada de polémica, lo que pone en duda el discurso de «decencia» y «lucha contra la corrupción» que tanto pregona la izquierda.

Atencio es el abogado que defendió en juicio a corruptos que han estado en el ojo de la tormenta, como:

El currículum de Atencio prende las alarmas. Pareciera que la alianza de extrema izquierda no solo está dividida, sino que está poniendo al frente a un personaje que ha dedicado su carrera legal a defender a figuras que están acostumbradas a romper la libertad de las personas.

Este quiebre es el reflejo de que la izquierda radical, más allá de sus arengas, sigue siendo un proyecto político débil, fracturado y dispuesto a todo para mantener el Estado al frente y los ciudadanos detrás.

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