
La candidatura presidencial de Rafael Belaúnde Llosa y su vice, Pedro Cateriano, se ha destapado como la «plancha caviar» que, aunque se viste de novedad, huele a lo mismo de siempre. Un proyecto hecho a la medida de la élite caviar que mira al resto del Perú por encima del hombro.
Belaúnde, es el típico «ejecutivo de cuello y corbata» que, la verdad, no tiene mayores chanchuyos (o al menos nadie se los ha encontrado). Viene del mundo de las empresas, y ha dicho que no quiere cambios grandes. Le gusta el Perú como está. Negocio redondo para los de arriba y migajas para los de abajo.
Es el candidato que te vende el cuento de la «gerencia pública» como si el Perú fuera una empresa más, pero su libreto es simple. Que los privilegios se mantengan y que el Perú siga siendo un club privado para unos pocos.
Aquí viene el detalle peligroso. El que de verdad manejaría los hilos y tomaría las decisiones, es el candidato a la vicepresidencia, Pedro Cateriano Bellido.
La historia lo pinta claro. Cateriano es el tecnócrata de manual, el hombre que habla con palabras bonitas como «democracia» y «reformas», pero que en el fondo es el rostro de una élite a la que llamamos ‘los caviar’. Es ese grupo de intelectuales, abogados y gente de poder que se creen dueños de la moral y la ley. Predican decencia pero viven de privilegios. Son los que, con un lenguaje rebuscado, justifican lo injustificable y hacen que el Estado sirva a sus intereses, no a los de la gente humilde.
Cateriano es el símbolo de la soberbia con corbata. Fue el operador político en el gobierno de Humala, justo cuando la economía empezó a caer y la justicia se empezó a politizar. Se puso la camiseta de la «racionalidad» mientras el país se hundía con Odebrecht. Su legado no es de crecimiento, sino de una justicia hecha trizas y una desconfianza total del ciudadano hacia las palabras «modernización» o «meritocracia».
Cateriano usó el lenguaje de la ley para «blindar la narrativa de los buenos funcionarios» mientras el sistema se caía a pedazos. Es el hombre que cree que el Perú lo deben gobernar los que se sienten moralmente superiores, despreciando a la gente común.
La plancha presidencial Belaúnde – Cateriano representa todo lo que el Perú debe cambiar para poder crecer. Una mafia caviar apoderada de los poderes del Estado que se sigue haciendo más rica y poderosa, cada vez que alguien vota por ellos.
La soberbia de esta élite es su peor enemigo, negándose a escuchar a una población que los detesta por igual. Son precisamente estos caviares los verdaderos responsables de la crisis de inseguridad, el colapso de la justicia y la desesperanza ciudadana. Mientras sigan accediendo al poder, el Perú seguirá atrapado en el círculo vicioso que ellos mismos han creado.