
La victoria de Enrique Valderrama en las elecciones internas del Partido Aprista (APRA) no puede entenderse como la «renovación» que la agrupación histórica necesita, sino como la confirmación de su colapso político.
El APRA, que alguna vez fue el motor del Perú, se ha inmolado con una candidatura de cuarta que solo sirve para la burla nacional. Valderrama, un simple bachiller en Derecho que nunca ha trabajado, ha terminado eligiendo a un candidato cuyo primer empleo en la vida sería ser pdte. de todos los peruanos.
Este triunfo no se debe a un liderazgo contundente, ya que los resultados hablan por sí mismos con un triple empate técnico. El resultado es un candidato que bien podría estar en el casting del cómico Carlos Álvarez, porque es un mal imitador de Alan García.
El partido de Haya de la Torre ha quedado en ridículo y ha perdido su oportunidad de relanzamiento. La militancia demostró una apatía total, pues apenas 15 mil apristas participaron en la elección, lo que representa solo el 37% del total de su padrón. Lo peor es que el triunfo de Valderrama fue orquestado y respaldado por operadores políticos como Enrique Melgar Moscoso, un personaje que está procesado por presuntamente integrar el temido Comando Rodrigo Franco en el primer gobierno de García.
Valderrama resulta ser una marca electoral sin sustento, con un perfil tan débil que solo evidencia la fractura actual dentro del APRA. El partido más importante del Perú se ha fundido con una candidatura pobre y débil, condenándose a la intrascendencia en las elecciones del 2026.