Mientras miles de peruanos hacen cola en hospitales colapsados, sin citas, sin medicina y sin respuestas, en el Ministerio de Salud se juega otro partido. Uno donde no gana el más capaz, sino el operador político de turno, el tarjetazo. El caso del presidente del Seguro Social de Salud (EsSalud), es la muestra perfecta.
Como ha pasado tantas veces en los últimos 25 años, el favor político superó a la capacidad. Llegó al cargo con el respaldo del ministro de turno, sin cumplir los requisitos y con un currículum maquillado. Ya había sido inhabilitado por el Colegio Médico, pero eso no importó. Así funcionan los Estados de izquierda populista y por eso en la salud todo sigue igual de mal.
Lo que más duele no es la trampa, es la indiferencia. No importa si miles esperan atención médica, importa que un operador político tenga un puesto asegurado en el Estado.
Durante décadas se ha repetido la misma fórmula: corrupción, amigotes, acomodos políticos. Y los resultados son los mismos: desconfianza, ineficiencia, y un sistema que no cuida a nadie.
La gente está cansada. Y con razón. Porque mientras el sistema se desmorona por dentro, la forma de hacer política de siempre sigue igual: repartiendo puestos como si fueran premios.
Si queremos que la salud funcione de verdad, tenemos que generar un cambio de ciclo. Porque si seguimos eligiendo igual, no vamos a curar a un sistema que está enfermo. Solo vamos a empeorar la enfermedad.