En un país donde la inseguridad, la corrupción y la crisis social se agravan cada día, nuestros congresistas parecen vivir en una realidad paralela. Mientras los ciudadanos gritan por soluciones urgentes, ellos ya están en plena campaña electoral, pensando solo en cómo asegurarse un nuevo periodo en el poder.

Según una reciente investigación, varios congresistas han iniciado actividades electorales encubiertas —visitas a regiones, promesas públicas y apariciones en eventos— todo con fondos públicos y bajo el pretexto de “trabajo de representación”. Pero la verdad es otra: están usando su cargo y nuestros impuestos para mantenerse en el poder.

¿Qué ha cambiado desde el Congreso disuelto en 2019? Poco o nada. La historia se repite: campañas anticipadas, uso indebido de recursos del Estado y una clase política que solo ve al país como un trampolín personal.

Mientras tanto, en Lima y en todo el Perú, los servicios colapsan, las calles son tomadas por el crimen organizado y los jóvenes pierden la fe en las instituciones. Pero para los congresistas eso parece no importar. Lo único urgente es su próxima elección.

¿Hasta cuándo vamos a tolerar que el poder político se use para servirse y no para servir? El país necesita un Congreso que legisle, fiscalice y defienda a la gente. No un grupo de candidatos eternos que se aferran al cargo como único plan de vida.

Es momento de ponerle fin a esta lógica corrupta.

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